Ha sido siempre el plan de Satanás desviar de Jesús las mentes de la gente y conducirlas hacia los hombres, destruyendo así el sentido de la responsabilidad individual. Satanás falló en su propósito cuando tentó al Hijo de Dios. Tuvo un mayor éxito cuando se acercó al hombre caído. La doctrina de la cristiandad fue corrompida. Papas y sacerdotes se arrogaron una posición exaltada, y enseñaron a la gente a recurrir a ellos para obtener el perdón de sus pecados, en vez de ir directamente a Cristo.
Se les prohibió la lectura de la Biblia, de manera que permanecieran ocultas las verdades que los condenaban. La gente fue completamente engañada. Se le enseñó que los papas y sacerdotes eran los representantes de Cristo, cuando en realidad eran los representantes de Satanás y cuando se postraban ante ellos estaban adorando a Satanás. La gente pedía la Biblia; pero los sacerdotes consideraron como algo peligroso que los fieles leyeran la Palabra de Dios por sí mismos por temor a que fuesen ilustrados, y los pecados de sus instructores fuesen expuestos. El pueblo fue enseñado a recibir las palabras de estos engañadores como si proviniesen de la boca de Dios. Ejercían sobre las mentes un poder que solamente Dios debería tener. Y si alguien se atrevía a seguir sus propias convicciones, el mismo odio que Satanás y los judíos habían manifestado hacia Jesús se encendía en contra de ellos, y los que tenían autoridad se mostraban sedientos de su sangre. Se me mostró un tiempo durante el cual Satanás triunfaba en forma especial. Multitudes de cristianos fueron muertos de una manera espantosa porque deseaban preservar la pureza de su religión.
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